Circuito de Spa-Francorchamps

Los inicios (1921-1946):

Enclavado en las Ardenas belgas, el circuito de Spa-Francorchamps nació en 1921 como un trazado de 14 kilómetros que utilizaba las carreteras públicas de la región. Inspirado en el Tourist Trophy de la Isla de Man, este nuevo autódromo buscaba poner a prueba la velocidad y la resistencia de los vehículos de la época.

Las primeras carreras en Spa-Francorchamps estuvieron plagadas de emoción y tragedia. En 1925, un accidente durante el Gran Premio de Bélgica se cobró la vida de varios espectadores, lo que llevó a la implementación de medidas de seguridad más estrictas. A pesar de los riesgos, la pista belga se convirtió en un imán para los mejores pilotos del mundo, incluyendo a Tazio Nuvolari y Rudolf Caracciola.

La era dorada (1947-1970):

Tras la Segunda Guerra Mundial, Spa-Francorchamps resurgió con fuerza. La década de 1950 vio la llegada de la Fórmula 1 al trazado belga, con Juan Manuel Fangio y Stirling Moss como grandes protagonistas. La velocidad y el peligro se convirtieron en los ingredientes principales del espectáculo, atrayendo a miles de aficionados a las tribunas.

En 1966, Jackie Stewart, conocido por su activismo por la seguridad, sufrió un grave accidente en Spa-Francorchamps que lo llevó a replantearse la seguridad en las carreras. A raíz de este evento, se implementaron cambios importantes en el trazado, como la instalación de pianos y la eliminación de chicanes peligrosas.

Cambios por seguridad (1971-2000):

La década de 1970 vio la introducción de nuevas normas de seguridad en la Fórmula 1, lo que obligó a modificar el trazado de Spa-Francorchamps. La recta de Kemmel, una de las más largas del mundo, fue dividida en dos por una chicane para reducir la velocidad de los monoplazas.

A pesar de las modificaciones, Spa-Francorchamps no perdió su esencia. La combinación de curvas rápidas y desafiantes, como Eau Rouge y Raidillon, la convirtió en una de las pistas más exigentes del calendario. Ayrton Senna, Michael Schumacher y Alain Prost se consagraron como leyendas en este trazado.

La era moderna (2001-presente):

En el siglo XXI, Spa-Francorchamps ha experimentado una serie de reformas para mejorar la seguridad y la accesibilidad del circuito. Se han construido nuevas tribunas, se ha ampliado el paddock y se han modificado algunas curvas (como la temida Eaug Rouge – Raidillon) para aumentar la tecnología y seguridad de la pista belga.

Las carreras en Spa-Francorchamps siguen siendo un espectáculo emocionante e impredecible. La lluvia, un factor habitual en las Ardenas, puede convertir la pista en un escenario caótico donde la pericia de los pilotos se pone a prueba.

Un hecho inédito que se dio en este trazado ocurrió en el Gran Premio de Fórmula 1 del año 2020. Fiel a su esencia, Spa pasó el fin de semana por un temporal con fuertes lluvias. La clasificación del sábado se realizó en mojado y fue todo un espectáculo. A destacar la actuación de George Russel con su Williams (último coche en rendimiento de la parrilla) que se colocó en una magnífica segunda posición sólo por detrás de Max Verstappen. Pero aquí se acabó la emoción, como se anunciaba, la carrera del domingo peligraba por el temporal. Pero lejos de cancelarse, se hizo un paripé de 4 horas con varias vueltas detrás del coche de seguridad para así dar por realizada la carrera y repartir la mitad de puntos con el mismo orden de clasificación. Un auténtico calvario para los aficionados por la nefasta gestión y culpa también del reglamento incomprensible que posteriormente se modificó.

Spa-Francorchamps es algo más que un simple circuito. Es un icono a nivel mundial, una de esas pistas que te ponen los pelos de punta cuando ves una competición o una simple onboard. Un lugar con historias legendarias, un desafiante diseño (para muchos el mejor trazado del mundo) y una vibrante atmósfera que seguirá siendo un escenario crucial para el futuro del automovilismo.